La valentía de las mujeres defensoras de la vida en Colombia
Quisiera aprovechar esta oportunidad para hablar de unas mujeres anónimas, desconocidas por casi toda la sociedad, ellas permanecen como seres invisibles, ante la justicia, son un cero a la izquierda en los informes de desarrollo, en las noticias no llegan a titulares, de pronto alcanzan una pequeña retícula al lado de los clasificados. En la cotidianidad, en este día a día constante y por lo mismo repugnante, las mujeres convertidas como objetivo militar son víctimas de múltiples atrocidades: abuso sexual, tortura, detención ilegal, asesinato y posteriormente son desaparecidas forzadamente también por manos invisibles, como lo indican los procesos judiciales, como ratifican los resultados de las consecuencias del “conflicto”, como lo reiteran los bárbaros que aplican el horror en operaciones de guerra, esos mismos que por declarar y confesar sus vejámenes piden rebaja de penas y salen en mil días libres porque las leyes hechas para la guerra así lo permiten y porque el silencio de la humanidad lo admite.
Las Anónimas
Hablo de su anonimato, aunque puedo adjuntar a este texto muchos nombres, pero estoy seguro que eso desviaría la atención pues de lo que aquí corresponde es identificar un fenómeno que merece ser visto desde lo general a lo particular, por lo cual desde mi experiencia referiré dos ejemplos “simbólicos” para describir la situación de Las Anónimas. He preferido ponerle este adjetivo pues considero que es aún más digno para su condición de seres humanos y de ciudadanas sin derechos que renombrarlas por cualquiera de los crímenes de las que han sido víctimas. Estas mujeres Anónimas a las que me refiero, no son dos, ni diez y aunque fuesen una o dos es necesario que la sociedad reflexione sobre las causas que han provocado estas situaciones, estudie sus consecuencias y se disponga con toda entereza y conciencia a impedir que alguna mujer más sea tratada cruel y degradantemente.
Los dos ejemplos a los que me refiero tienen ciertos matices en la estructura social y sus jerarquías que son similares, en cuanto a que pueden entenderse primero como lugares con condiciones “ambivalentes” del rol que le procede a la mujer. Una de esas características muestra como un “trofeo” resultado de una contienda el poder compartir con una Mujer, todo esto derivado de la “idea” comúnmente esparcida de que la mujer no es un sujeto de derechos, sino un “bien de consumo”, al ser perder su “esencia” y lo que esto presenta no es el compartir con ellas sino como un acto de posesión sobre ellas y las relaciones son poseedores – poseídas---, término que utilizaba la iglesia en la inquisición para referirse a la llamadas “brujas”, mujeres que el sistema religioso condenaba, y quizás esa sea la condena, ser señaladas de “estar poseídas” por alguien.
Las anónimas del Putumayo, son cientos, ellas están en las superficie de este complejo sistema que es la guerra, ahora en la Plaza principal de Mocoa, al lado de la parroquia principal, se puede ver un mural que dice NO MÁS. El mural fue elaborado por la Alianza Departamental de Mujeres del Putumayo el año pasado durante el homenaje que rindieron a las víctimas de la guerra. El muro soporta más de cien nombres, de mujeres asesinadas en los últimos años. Los comentarios que se escucharon sobre el mural fueron muy prolíficos, una mujer de aproximadamente 40 años, se acercó en silencio, se tapó la boca y empezó a repasar los nombres que repetía en su cabeza hasta que por entre sus dedos se escapó el nombre de su mamá, ahí está mi mamá dijo en voz alta y siguió mirando el mural y encontró un segundo nombre conocido, era su tía, y al lado estaba su hermana… Luego otra voz femenina se pronunció anunciando que ahí no se encontraban ni la quinta parte de los nombres de las mujeres que habían perdido la vida por los “actores del conflicto” en el Putumayo. Muchas de estas Anónimas fueron nombradas esos días de peregrinación de la Alianza de Mujeres del Putumayo, que lleva por nombre “tejedoras de vida”, que recordaron la identidad de las mujeres cuyas historias de alguna manera han sido registradas, ¿pero y las que no?
Cuando una madre recuperó después de diez años, los cuerpos sin vida de sus cuatro hijas, asesinadas después de ser torturadas y desmembradas, enterradas como N.N., y tras una larga travesía en la que pasó por más de un desplazamiento hasta llegar ahora a una casita alquilada para ella y sus nietos, los huérfanos de estás cuatro mujeres. Salió en los titulares de la prensa nacional, que por fin se había hecho justicia frente a este múltiple crimen. El acto de reconocimiento sobre los cuerpos encontrados realizado por la Fiscalía, en donde se devolvía
Trabajo con familiares de desaparecidos del Putumayo
El trabajo de la Fundación Nydia Erika Bautista –desde la perspectiva de las víctimas- pretende ser integral e incorporar las distintas dimensiones del daño causado en la estrategia de acompañamiento a cada familia. De este modo el trabajo de investigación y de observación de los contextos y de casos concretos nos permite identificar patrones y problemas estructurales que se llevan al trabajo de incidencia, acompañamiento jurídico y comunicación y memoria histórica para reivindicar los derechos a la verdad, a la justicia y a la dignificación de las víctimas y sus familiares.
En este marco, la Fundación ha realizado un trabajo de investigación de las desapariciones forzadas en el medio y bajo Putumayo, en el que se resalta la realidad de las mujeres desaparecidas y de sus familias y el impacto de la violencia sexual en las mismas cuyos resultados serán publicados próximamente.
Así mismo, la Fundación junto con MINGA asesora jurídicamente varios casos de mujeres y niñas desaparecidas, así como de víctimas de desaparición forzada en la región, dentro de ellos el caso de las cuatro jovencitas de la familia Galárraga Meneses.
La pregunta que ha guiado el trabajo de la Fundación Nydia Erika Bautista, en todas sus acciones jurídicas, investigativas y de incidencia política, ha sido ¿cuál es el lugar que ocupan las mujeres desaparecidas en la lucha contra la violencia hacia la mujer, en la lucha por los derechos humanos y el derecho internacional humanitario? Una respuesta honesta es que no se ha construido un lugar para ellas, la sociedad las ha dejado solas en su dolor. Haber sido testigos de estas situaciones, nos ha comprometido con su historia.
Bajo la mirada integral, los hallazgos en el caso Galárraga p.ej. se han dirigido a contribuir a visibilizar la realidad de las desapariciones forzadas y su afectación a niñas y jóvenes en el Putumayo muy oculta a los ojos del país, y particularmente a la dignificación de las víctimas y sus familiares en un esfuerzo de memoria histórica en distintos municipios y principalmente en la Dorada.
Así, desde la misma entrega de los restos interesamos a la comunidad internacional y por ello esta se realizó en la sede de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos – OACNUDH al que asistieron organizaciones de familiares, de mujeres, de la comunidad internacional, el Fiscal General de la Nación, el Vicepresidente de la República y el Director de la OACNUDH.
Posteriormente, el acompañamiento promovió un Acto de homenaje a las víctimas con un Acto Central en Mocoa y en La Dorada y una peregrinación por los principales municipios donde se han perpetrado graves violaciones de derechos humanos:
En La Dorada, el acto simbólico fue protagonizado por mujeres víctimas del conflicto armado en la región y por mujeres de otras regiones especialmente invitadas como la Sra. Fabiola Lalinde y Adriana Lalinde, de Antioquia, líderes y acompañado por varios artistas provenientes de Bogotá, del Valle del Cauca y de Cauca que se sumaron en solidaridad es el caso del Colectivo Vivo Arte que acompañó con un equipo de varios artistas junto con el Programa de Comunicación y memoria de la Fundación Erika Bautista. Estas reuniones con las víctimas y actos a favor de la memoria de las mujeres desaparecidas han sido de las primeros que es posible realizar en la región, donde hacen fuerte presencia todos los actores el conflicto armado, convirtiéndose esta expresión en un hito en la recuperación de la historia regional de los derechos humanos.
Esta experiencia representó un aporte a la reconstrucción de la Memoria de esta región, especialmente reflejado en la fuerza de las mujeres sobrevivientes, en los ejemplos de vida en que se han convertido estas luchadoras, sus testimonios, sus llantos que han roto el silencio colectivo en El Tigre, donde en el Acto de Homenaje a la familia Galárraga, una madre acompañó el performance de mujeres y jóvenes que caminaban descalzas y en silencio por la calle principal de esta inspección, recordó la trágica masacre ocurrida allí hace 12 años. Esta experiencia ha sido recogida en el documental Paso a paso a la tierra del olvido para la Alianza Departamental de Mujeres del Putumayo, Tejedoras de vida.